Es hora
de asumir las constelaciones
como propias.
Alberga la esperanza
de alcanzarlas
más temprano que tarde.
La espera
es calma.
La noche aviva este capricho,
lo mece junto a los atrapasueños
apenas unas horas.
Asoma azul la luna,
no hay tiempo para más.
jueves, 28 de marzo de 2013
34
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José Ignacio Montoto
miércoles, 27 de marzo de 2013
NATURALEZA DEL DESAHUCIO
En esencia habitamos
tierra herida.
Las sombras van tejiendo en el regazo
un nido de silencios, voces muertas
que duermen en suspiros sempiternos
los labios desahuciados de los hombres.
Los gorriones descansan
sobre ramas desnudas,
las antenas emiten una
nueva señal
apenas perceptible por
los televisores,
dibujan con sus brazos el
futuro
y mientras, transforman
con sus ondas la arboleda.
Anidamos el mundo sin
miedo a la caída
desprovistos de arnés
y bajo el yugo del
progreso.
Un pájaro tendido en la acera
bebe su propia sangre
para saciar la sed
tras el último vuelo.
Más tarde,
entre las vainas secas del jardín.
germinarán flores de la inocencia.
De luna nueva su blanda ternura.
José Ignacio Montoto
(inédito)
lunes, 25 de marzo de 2013
UMBRÍA
Hiera la luz a los ciegos de
pensamiento y devoren sus ojos los gusanos hundiéndose entre bocas de carmín
mientras besan los labios de la muerte.
Que revienten los oídos al oír su
nombre y se mofen los pobres de su sangre, derramada entre los restos del
mundo, mientras ríen los cuervos en sus nidos.
Que mantengan erguida su deshonra
sobre un lecho de ceniza y basura, que soporten la carga de sus crímenes
ahogados por el magma de la entraña.
Ya sabes que el dolor que provoca
una quijada al clavarse en el vientre de la madre es mayor si proviene del feto
que duerme mansamente en su regazo.
Sabes que una luna de hormigón
enfría, en silencio, el hierro de los bancos de la plaza y que el sueño de los
niños es una pesadilla de palomas amortajadas.
Sabes que las criaturas de la
noche avanzan silenciosas, las fauces desolladas, hueco el mentón. Es tiempo de
labios secos y ojos de humo.
Has dormido hasta el atardecer y
finalmente te has percatado de que afuera llovía y la lluvia ha acompañado tu
sueño sin saber que en la calle, en las casas, en los colegios, en los
cobertizos y en las madrigueras, despertaba silenciosamente un nuevo día.
Porque las hazañas del arco iris
no son en vano, las palabras se mancharon de los egos, de uniformes, de
inválidos y narcisistas que ahogaron el futuro de las niñas y los niños bajo el
dinero de los bancos, bajo la pesadilla de la estadística y la especulación.
En un abrir y cerrar de ojos
incineramos el recuerdo.
Caminamos descalzos sobre cenizas —aún
vivas— pero acostumbrados al dolor, preferimos acariciar la mano hiriente de
quien nos condena antes que besar el rostro cálido nuestras madres.
Porque las madres se olvidaron un
día de dar el pecho a sus hijos, los padres cambiaron la ternura de los besos
por la frialdad de la bala y el desgarro de la carne en un baño de sangre y
asistimos mudos ante la barbarie.
Amor es un dolor ajeno que oprime al
corazón en tiempos de infografías y balances.
Porque dejamos de acompañar
nuestras vidas con la música adecuada y nos acostumbramos al dictado de la
sociedad de la información mientras el mundo avanzaba y la enfermedad pasó de
ser un problema físico a un problema económico.
Porque no hay calor si la luz no
ilumina nuestros cuerpos ni hay voz sin aliento, ni patria, ni bandera si no
existe sentido de pertenencia. Busca un sol en la sombra y hallarás la
respuesta de por qué no crecen las flores en la penumbra.
Vimos a los pueblos desnudos, esparcidos
sus miembros por el suelo, hiriendo los más bellos paisajes.
Presas de la memoria, nuestras
pupilas visualizan imágenes que son atravesadas por la instantánea de lo
efímero como cometas fugaces.
Como si de un cuerno de marfil se
tratase, abrazamos a la soberbia contenida por los vástagos de la divina
misericordia.
El resultado: un mimbre, apenas
capaz de soportar la carga del beso, tan fino como una hebra de sol, tan frágil
como una muñeca de sal.
Porque la nueva religión se llama
mercado y su dios dinero hace tiempo que dejó de recrear milagros para hacernos
esclavos del papel, de las cifras y de las pequeñas monedas que se pierden en
nuestros bolsillos llenos de nada.
Porque apenas hemos esbozado un
par de alas plateadas para surcar los cielos y creímos que el don que se nos
había dado era el don del progreso sin más que aspirar a la innovación y a la
alegoría del futuro.
Nos inculcaron la palabra y le
dimos forma de cuchillo para clavarla por la espalda.
Porque amor, amor, los cuerpos yacen
en los arriates, en las cunetas y quizás en algunas playas escondidas, los
cuerpos, los huesos y los ánimos de los primeros hombres y mujeres que dieron
los primeros besos en otro tiempo, en otras vidas y probablemente bajo otras
lunas que ya no asoman por temor a la ignorancia.
¿Quién acaricia las hojas de un
árbol del mismo modo que los labios de una mujer o un hombre?
Porque hemos fundido la esperanza
en un canto misericordioso cercano a los altares, hemos bebido el vino hasta
emborracharnos y disfrutado del ágape eterno de la duda, la zozobra y el
cinismo. No hay senderos luminosos ni carreteras hacia la eternidad que purguen
nuestra dejación.
Porque tratamos de igual a igual
al que busca amor, dinero, cariño o trabajo y ante ello nos equivocamos al no
saber apreciar las diferencias entre caricia, beso y herida.
Pequeños demonios devoran el alma
de las rosas. Espinas de sangre bombean sus pechos.
Porque en la noche, mientras los
niños apresan hadas y príncipes en la memoria bajo sus sábanas, nosotros nos
alimentamos del insomnio y la incertidumbre del mañana, más preocupados del
Gran Masturbador que de la Noche Estrellada.
Porque no supimos hacer del Mundo
el hogar de los viejos y los jóvenes, de los negros, los blancos y los
amarillos, de hombres y mujeres que supieran convivir con los pájaros, los
árboles y el río.
Porque no apreciamos la sinfonía
ni el beso del arpa en el aire y caímos rendidos ante la vieja cantinela de la
eterna promesa; Turandot, la deseada Turandot hoy no tiene quien la quiera.
Porque asistimos impertérritos a
la procesión de la mortaja, de los restos de la ciudad, del alma podrida de los
ciudadanos que se envenenaron por beber del cáliz sangrado de las noticias, del
trabajo y la rutina.
Hemos salido a la calle y hemos
mezclado nuestros cuerpos junto a otros cuerpos, besado los labios de la
mentira y roto en mil pedazos el tiempo en los desvelos que han surgido en madrugadas
de sueños imposibles, olvidamos al feto que engendramos en aquel tiempo, la
razón de la placenta y el calor del regazo a cambio del artificio.
Hemos contemplado la puesta de sol
bajo un manto de polución similar a un enjambre de abejas asesinas sobre
aquellos osos que robaron la miel y hemos perdido en el envite, en el esfuerzo
de sortear el golpe, la frescura, la inocencia y la capacidad de reacción.
Porque el camino de vuelta suele
ser el mismo que el de ida y no hay soldados invisibles ni migas de pan que
protejan ni cortejen nuestros cuerpos tras la pérdida de orientación en el
bosque oscuro.
Porque un buen día encerramos
nuestros deseos dentro de una bolsa de tela y los quemamos junto a las hogueras
de San Juan en un rito tan viejo como la creencia en los dioses.
Hemos sentido el tacto áspero de
la mentira y el engaño mientras oíamos recitar a los oradores con su prosa más
amarga y oscura, una loa semejante al sermón de la montaña pero esta vez sin
montaña ni sermón al servicio de prestidigitadores e ilusionistas de la
palabra.
Despreciamos el tacto de las
flores y las manos de nuestras madres, vimos sangrar las comisuras de sus
labios. Lenguas heridas sembraron el cáncer en nuestras bocas.
Hemos sentido la soledad del
atardecer sentados frente al Mundo, observando a los aviones atravesar el
firmamento mientras los pájaros aguardaban en sus nidos y las madres lavaban a
sus hijos por amor a la sangre y la familia.
Porque el milagro del amor es un
asterisco que intenta explicar a pie de página lo que no se puede escribir en
un folio en blanco. Es la espera de un mendigo que se agarra a la muerte como
salvación.
Ya sabes que nos han dejado solos
ante la lluvia, que la flor que sobrevivió a la masacre sólo puede ser
polinizada por el pájaro azul.
Porque cuando la noche venga a
vernos a nuestra cama y pronuncie nuestro nombre junto a Caronte, toda nuestra
vida pasará por delante de nosotros, entonces nos daremos cuenta de que los
huecos que dejamos vacíos sólo el silencio podrá rellenarlos.
Ya sabes que sólo somos demolición
de luz, apenas un parpadeo del que brota el tiempo y la oscuridad.
Nada quedará, carne seca, después
el hueso y finalmente un haz de energía. Nuestros hermanos yacerán inmersos en
un líquido negro, ahogados por sus vómitos.
Estallará un silencio que
disolverá la luz y velará nuestros ojos, entonces seremos felices, germinará el
poema y una gavilla de cuerpos celestes se abrirá paso entre el frío.
Ya sabes.
Lo oscuro es luz.
José Ignacio Montoto
José Ignacio Montoto
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jueves, 21 de marzo de 2013
Feliz día de la poesía
DIARIO DEL FRÍO (VI)
Busca las sombras y
matices
de una primavera tardía.
El suero y la sangre mezclados
en una vía rota.
El cuerpo frío sobre la mesa,
la sequedad obscura.
Mientras tanto,
el sol calienta las aceras
y los pájaros cantan
sobre las ramas de los árboles.
El mundo es una astilla
de una primavera tardía.
El suero y la sangre mezclados
en una vía rota.
El cuerpo frío sobre la mesa,
la sequedad obscura.
Mientras tanto,
el sol calienta las aceras
y los pájaros cantan
sobre las ramas de los árboles.
El mundo es una astilla
del universo.
José Ignacio Montoto
(Inédito)
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martes, 19 de marzo de 2013
Un poema (fragmento) de Agustín Fernández Mallo
[4]
Ex-céntrica, vibra la bala, difiere
de sí.
Así que hicimos un arca hermética y metimos
las especies que ya estaban muertas.
La absoluta oscuridad por ejemplo.
Por ejemplo la absoluta luz.
Agustín Fernández Mallo
Antibiótico.
Visor, 2012.
Ex-céntrica, vibra la bala, difiere
de sí.
Así que hicimos un arca hermética y metimos
las especies que ya estaban muertas.
La absoluta oscuridad por ejemplo.
Por ejemplo la absoluta luz.
Agustín Fernández Mallo
Antibiótico.
Visor, 2012.
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lunes, 18 de marzo de 2013
Un poema de Vanesa Pérez-Sauquillo
VIII
Por ti,
niño de hierba, niño loco,
hubo tartas de crema
tras los largos encierros.
Joven de pálidas orillas,
por ti la irradiación de las pantallas,
flores mecánicas abriéndose y girando
en las cunetas.
El bosque se abría en claros
para descanso de tus ojos,
carreteras temerarias.
A tu tacto los árboles vibraban.
Niño de hierba,
por ti las bravas amapolas.
Joven dulce de tallo,
tomaste entre tus brazos Farmington
como a un ordenadro enfermo
y, en la medida exacta del amo
y el deseo,
lo trastornaste.
Vanesa Pérez-Sauquillo
Clímax Road.
Ediciones RIALP S.A.
Accésit del premio Adonáis 2011.
Premio Ojo Crítico de Poesía 2012.
Por ti,
niño de hierba, niño loco,
hubo tartas de crema
tras los largos encierros.
Joven de pálidas orillas,
por ti la irradiación de las pantallas,
flores mecánicas abriéndose y girando
en las cunetas.
El bosque se abría en claros
para descanso de tus ojos,
carreteras temerarias.
A tu tacto los árboles vibraban.
Niño de hierba,
por ti las bravas amapolas.
Joven dulce de tallo,
tomaste entre tus brazos Farmington
como a un ordenadro enfermo
y, en la medida exacta del amo
y el deseo,
lo trastornaste.
Vanesa Pérez-Sauquillo
Clímax Road.
Ediciones RIALP S.A.
Accésit del premio Adonáis 2011.
Premio Ojo Crítico de Poesía 2012.
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domingo, 17 de marzo de 2013
Un poema de Abraham Gragera
ALBADA
SOMOS como los siglos
antes de separarse.
Espera un poco más, amor,
que el mar está lloviéndose aún,
que no llegamos tarde.
Que ya no teme la semilla
caer sobre la roca,
y el silencio y la oscuridad se besan,
y mi mano te busca,
y hay otros en nosotros que se tocan
sus pieles encendidas.
Estar de desnudos es venir de lejos
y siempre estar llegando.
Espera un poco más, amor,
que nada es poco para los que esperan tanto.
Que el aire se hará llama,
como la voz aliento,
como ahora es de noche
y el ojo mira a las estrellas,
y las estrellas miran hacia dentro.
Abraham Gragera
El tiempo menos solo.
Editorial Pre-textos, 2012.
SOMOS como los siglos
antes de separarse.
Espera un poco más, amor,
que el mar está lloviéndose aún,
que no llegamos tarde.
Que ya no teme la semilla
caer sobre la roca,
y el silencio y la oscuridad se besan,
y mi mano te busca,
y hay otros en nosotros que se tocan
sus pieles encendidas.
Estar de desnudos es venir de lejos
y siempre estar llegando.
Espera un poco más, amor,
que nada es poco para los que esperan tanto.
Que el aire se hará llama,
como la voz aliento,
como ahora es de noche
y el ojo mira a las estrellas,
y las estrellas miran hacia dentro.
Abraham Gragera
El tiempo menos solo.
Editorial Pre-textos, 2012.
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sábado, 16 de marzo de 2013
Un poema de Sara R. Gallardo
LAS MADRES
Mi infancia fue un laberinto
por el que cruzaba
de camino a casa.
Entraba a jugar
y las ramas de los setos
me arañaban los tobillos y los brazos.
Cuando me perdía
gritaba el nombre de mi madre,
que nunca contestaba.
Aquel lugar olía a meo,
había plásticos llenos de moco blanco.
Al correr (tenía miedo),
esquivaba las jeringuillas
y papeles de aluminio.
De los cuatro caminos
pronto aprendí
a recorrer el correcto.
Seguía buscándolo
sólo por el placer de hacerlo.
Supongo que como los otros niños.
Aprendí a sortear también las ramas
y a ser sigilosa.
Nunca conté lo que vi dentro
como todos, supongo.
Las madres (ahora lo sé)
nunca entraron a buscarnos.
Sara R. Gallardo
Epidermia.
El Gaviero Ediciones, 2011.
Mi infancia fue un laberinto
por el que cruzaba
de camino a casa.
Entraba a jugar
y las ramas de los setos
me arañaban los tobillos y los brazos.
Cuando me perdía
gritaba el nombre de mi madre,
que nunca contestaba.
Aquel lugar olía a meo,
había plásticos llenos de moco blanco.
Al correr (tenía miedo),
esquivaba las jeringuillas
y papeles de aluminio.
De los cuatro caminos
pronto aprendí
a recorrer el correcto.
Seguía buscándolo
sólo por el placer de hacerlo.
Supongo que como los otros niños.
Aprendí a sortear también las ramas
y a ser sigilosa.
Nunca conté lo que vi dentro
como todos, supongo.
Las madres (ahora lo sé)
nunca entraron a buscarnos.
Sara R. Gallardo
Epidermia.
El Gaviero Ediciones, 2011.
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viernes, 15 de marzo de 2013
Un poema de Rubén Martín Díaz
HE LLEGADO
¿Estoy donde he querido
estar todo este tiempo?
¿He llegado por fin
al centro de mí mismo,
en el centro del centro
del origen? ¿Es este
placer el que la luz
me había reservado?
¿Y por qué yo? ¿Qué hice
más allá de ser hombre,
para saberme parte
y todo de la vida,
del centro más profundo
del sueño que es vivido?
¿A qué verdad de quién,
de qué, me debo ahora?
Si estoy solo en la luz
y yo soy todos, ¿soy
también la transparencia?
¿Acaso soy la luz?
Rubén Martín Díaz
El mirador de piedra.
Visor 2012.
Premio de Poesía Hermanos Argensola 2012.
¿Estoy donde he querido
estar todo este tiempo?
¿He llegado por fin
al centro de mí mismo,
en el centro del centro
del origen? ¿Es este
placer el que la luz
me había reservado?
¿Y por qué yo? ¿Qué hice
más allá de ser hombre,
para saberme parte
y todo de la vida,
del centro más profundo
del sueño que es vivido?
¿A qué verdad de quién,
de qué, me debo ahora?
Si estoy solo en la luz
y yo soy todos, ¿soy
también la transparencia?
¿Acaso soy la luz?
Rubén Martín Díaz
El mirador de piedra.
Visor 2012.
Premio de Poesía Hermanos Argensola 2012.
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jueves, 14 de marzo de 2013
Un poema de Martha Asunción Alonso
CUARZO
TE llamaremos Cuarzo.
(Cuando yo era una niña,
coleccionaba láminas de lumbre.
-Aquí la mató el tren.
Nadie dice su nombre. Cuentan que estaba loca
por amor-.
Recogíamos oro de las lindes.
Luego, bajo la parra,
hacíamos recuento del tesoro:
Lavábamos despacio
cada grano de arena, cada letra;
trenzábamos collares -el futuro-,
dejábamos pasar
la luz como un puñal por nuestros cuerpos).
Yo te llamaré Cuarzo. Por entonces
-la sal,
la compañía-,
por las reinas translúcidas que fuimos.
Sin miedo al arañazo.
Martha Asunción Alonso
La Soledad Criolla.
Ediciones RIALP, S.A, 2013.
Premio Adonáis 2012.
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miércoles, 13 de marzo de 2013
Un poema de Cristian Alcaraz
[EN LA EVOLUCIÓN...]
En la evolución no hay lugar para el fatalismo.
Hablo de amor:
del amor Dante a los nueve años,
del que siente Eva Braun -tan pálida-
dentro de un búnker.
Todos hemos asociado la carne
al encuentro.
Y esto es lo que soy:
un defecto de inventario,
la dependencia amiga del parásito.
Antínoo
se sacrifica todos los lunes por su Emperador.
Cristian Alcaraz
La Orientación de las Hormigas.
Editorial Renacimiento, 2013.
Premio de Poesía Andalucía Joven.
En la evolución no hay lugar para el fatalismo.
Hablo de amor:
del amor Dante a los nueve años,
del que siente Eva Braun -tan pálida-
dentro de un búnker.
Todos hemos asociado la carne
al encuentro.
Y esto es lo que soy:
un defecto de inventario,
la dependencia amiga del parásito.
Antínoo
se sacrifica todos los lunes por su Emperador.
Cristian Alcaraz
La Orientación de las Hormigas.
Editorial Renacimiento, 2013.
Premio de Poesía Andalucía Joven.
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Próximamente...
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